¿Qué es la muerte?

La muerte es un tema que nos complica la existencia, por lo tanto, cuando hablamos de ella, algo nos sucede. Algo pasa dentro de nosotros cuando se toca ese tema. Cada quién la relaciona de manera muy personal. A todos se nos ha muerto alguien y aunque puede que no sea directamente alguien muy cercano, conocemos la muerte de algún vecino, un conocido, o la de una mascota. Lo peor que se puede hacer con la muerte es negarla. Tenemos que ponerla en palabras, tenemos que hablar de ella. Hablemos de algo que es propio del ser humano, algo que no es nada de otro mundo, que no es extraño. Negarla ha sido causa muchas perdiciones, es una palabra que hay que “normalizar”. Debemos decirlo y no dejarla de lado. ¡Nos vamos a morir!

La muerte es el fin de la vida. No hay más. Si esto es cierto, ¿por qué la humanidad ha pasado tanto tiempo pensando en ella? La muerte ha sido una guía para el arte, la religión, la medicina, la ciencia. Hasta se han construido pirámides y templos alrededor del mundo. Entonces, ¿por qué le tenemos tanto miedo? ¿nacemos con miedo o aprendemos a tenerlo? ¿Acaso tenemos miedo de que no exista nada después de nuestra muerte o que estemos destinados a vivir una eternidad?

Somos pensadores, eso significa que no tenemos todos los hechos ni todas las respuestas. Sin embargo, creemos que un buen punto de partida para empezar a comprender un poco a la muerte es definirla. La palabra muerte proviene del latín mors que significa: proceso que da como resultado el fin de la vida. Para la medicina la muerte se puede definir como un evento resultante de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis. Para Platón es el fin de la vida terrestre y acceso al mundo de las ideas y para Epicuro es la separación del cuerpo y el alma.

La muerte, siempre está ahí, cercana, pero siempre es la muerte de alguien más, ya que cuando sea la nuestra no nos vamos a dar cuenta. Reflexionamos la muerte del otro, pero no podemos reflexionar nuestra propia muerte porque cuando suceda estaremos muertos. Es un problema, todo muere, todo tiene un final, parece algo irremediable. El ser humano se cree que tiene el dominio sobre todas las cosas. En cierto punto, el ser humano, “lo puede todo”. Siempre quiere poder, y en algún punto, nos sentimos omnipotentes. Creemos que todo lo podemos, excepto una cosa; dejar de morir. Esto es irremediable, por eso, pensarlo pesa tanto… La muerte, nuestra muerte; siempre latente, siempre tan pronta, pero nunca en nuestra en realidad. Es curioso pensar tanto en ella, evitar hablar sobre ella; que nos intrigue tanto, pero no analizarla. Y si llegamos a analizarla, la analizamos desde fuera; desde el otro. No podemos experimentar nuestra muerte. Siempre hablamos sobre ella por experiencia ajena. Vivimos siempre la muerte de los demás.

¿Puedes imaginar tu propia muerte? ¿En dónde estás cuando esto sucede? Sigmund Freud piensa que el ser humano no puede concebir su propia muerte. Puedes intentarlo, pero por más que lo hagas siempre vas a sobrevivir como espectador, ya que nuestro inconsciente no cree en su propia muerte. Podemos especular, hacer suposiciones, pueden incluso llegar a aceptar la muerte de los demás, pero no podemos aceptar nuestra propia mortalidad. Nuestro ego emplea mecanismos de defensa en contra de cualquier estímulo que pueda provocar miedo o ansiedad. La negación y la ilusión son mecanismos usados por muchas personas para combatir el miedo. Pues la negación impide al ser humano en pensar en su muerte hasta que es inevitable. La persona se crea ilusiones como; hay una vida después de morir.

¡Hablar o escribir de la muerte no mata! Por supuesto que nadie quiere morir, tenemos la esperanza de que nunca pase o de que exista la trascendencia. Entonces, por si las dudas respetamos a la muerte. El miedo a la muerte es el que determina el miedo a la vida. Terminamos estructurando nuestra existencia solo en función de una supuesta trascendencia hacia el más allá. A medida en la que creamos que la muerte no es el final y se abre después otra vida, a la que para llegar hay que cumplir ciertos requisitos, nuestra vida cae en el nihilismo. Dejamos de relacionarnos con la vida desde su propia finitud y en vez de disfrutar lo que dura preferimos asegurarnos “la eternidad”. Pero, ¿si no existe? Ni viviste la muerte, ni viviste la vida.

Sin embargo, no podemos burlarla, no podemos saber qué es en realidad, por eso le tenemos tanto miedo. Pero al pensar en ella, al usar la filosofía como un ejercicio para la muerte, como decía Sócrates, podemos debilitarla, quitarle el peso tan grande que tiene en nuestra vida. Pero, ¿por qué cuestionarnos tanto sobre ella? La ciencia nos dice que el ser humano, como un organismo vivo, tiene un ciclo. Dura un tiempo. Nace y muere. Pero el problema de la muerte es un problema existencial y por eso se separa de lo cotidiano. La ciencia no hace filosofía, no es su tarea, no trata de darnos una razón a nuestro miedo. Por eso nos preguntamos: ¿qué hay más allá? ¿tenemos alma o solo somos cuerpo? ¿Podemos aceptar la muerte y darle la bienvenida?

Nadie se quiere morir y sin embargo sabemos que, aunque no queramos nos vamos a morir. Esto genera una contradicción entre el querer y el saber y, aunque haya gente resignada y que acepte el hecho de morir, esto no quiere decir que quieran hacerlo o que ya sea momento. El momento nunca es el momento, la muerte siempre es a destiempo, siempre llega demasiado pronto. Se puede “morir feliz”, se puede aceptarlo de una manera, pero cuando llega el momento siempre se quiere un poco más. Ella, siempre llega demasiado pronto, puedes estar preparado para recibirla, pero es diferente saber que tenemos un final a ver el final tan pronto. Es distinto hablar de ella, que experimentar su cercanía. Pero tratamos de comprenderla y el día que lo hagamos dejará de ser la muerte, no tendrá más peso sobre nosotros… ¿o sí y será peor?

“La muerte es la imposibilidad de nuestras posibilidades”, decía Martin Heidegger. Saberse finitos, en un universo infinito. Si no supieras que puedes morir, no valorarías lo que valoras. Con esto no quiero decir que si fuéramos inmortales no valoraríamos nada, pero seguramente valoraríamos cosas que hoy no valoramos. ¿Es la muerte un punto y aparte en nuestras vidas o un punto final? ¿Hay un antes y un después de morir? ¿Podremos vencerla algún día? Saber lo que es morir, a dónde vamos, dónde nos quedamos, ¿nos dará paz?

Mario Benedetti dice: “La muerte es solo un síntoma de que hubo vida”. No pensamos la muerte como lo que viene después de la vida, sino como parte de la vida. Hay dos maneras de pensar a la muerte; pensarla como algo exterior a la existencia. Es decir, la vida pasa, en un momento termina y la muerte es lo que viene después. El problema es que ese después no se puede comprobar, hay que poder justificar esa afirmación. Desde la fe, desde el deseo o desde lo que quieras, pero hay que poder justificarla. Se piensa a la vida como una la primera parte y la muerte es lo que viene después. Ese pensamiento tiene muchas ventajas, pero hay otra manera de pensar la muerte; la muerte ya no es como algo que va después de la vida, la muerte no viene a dividir dos momentos. ¿Por qué la muerte sería otro momento? ¿Por qué separar la vida y la muerte? ¿Por qué llamarlo momento? La muerte no es lo que viene después de la vida, la muerte, es parte de la vida, es el final de ella. ¿El final de una película, es parte de ella? ¿El final de un día, es parte de él? He muerto, ¿qué sigue?