¿Cuánto tiempo dura una vida?

En esta vida hay que hacer 3 cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo… - José Martí

Tenemos miedo a la muerte, pero también tenemos miedo a que nos olviden, a que nuestra existencia en este mundo sea pasajera. No queremos ser personas que nacimos para ser enterrados, queremos dejar algo después de desaparecer físicamente. Ese dicho famoso invita a dejar la trascendencia de esas tres formas, aunque pueden no ser literales. Si deconsrtuimos un poco esta frase, podemos darnos cuenta de que un libro puede ser sabiduría, el árbol puede ser cualquier obra buena que siga generando frutos a nosotros y a las demás generaciones sin tener que hacerla constantemente y el hijo no necesariamente uno biológico, sino alguien a quien le hayas marcado la vida para bien. Y es que ser olvidado después de morir es morir de nuevo. Mientras alguien nos recuerde seguimos vivimos, aunque sea por un breve tiempo, por unas horas, pero tal vez esas horas sean mejor que nada. Pero ¿podemos darnos cuenta si nos olvidan? ¿Nos dolerá la segunda muerte? Son preguntas que de nuevo no tienen una respuesta en este mundo, pero nos atormentan y en ocasiones nuestras acciones son guiadas porque queremos trascender.

La trascendencia es algo que va más allá, que está por encima de un límite, en este caso, la vida. Pero es absurdo pensar que todos en esta vida vamos a ser recordados, los humanos olvidamos muy fácil, el tiempo se nos hace tan largo en nuestra corta existencia. No podemos imaginar grandes números, no podemos dimensionar el tiempo que ha existido el universo, apenas podemos pensar en la historia de la humanidad. De acuerdo con los geólogos la tierra tiene aproximadamente 4543 millones de años.

Sé que mi nacimiento es una casualidad, un accidente risible, y, no obstante, apenas me descuido me comporto como si se tratara de un acontecimiento capital, indispensable para la marcha y el equilibrio del mundo. - Emil Cioran

Cioran escribe sobre esta cuestión tan ilógica del ser humano. Y es que basta pensar un poco sobre este asunto para darnos cuenta de que no podemos estar más equivocados, que nuestra vida es algo insignificante a comparación del mundo. Para algunos puede ser algo tranquilizador saber que no importa lo que hagas, no eres nada; para otros puede ser lo más triste de su existencia. Es impresionante qué tan rápido puede olvidarse casi a cualquier persona. Hacen falta 2 generaciones más para que la tercera apenas te recuerde por nombre. Solo los más influyentes pasan al recuerdo universal. Claro que podemos leer sobre los demás pero no es lo mismo a recordar. El hecho de leer las ideas, los libros o los poemas de una persona no significa que los recuerde, si nunca llegamos a conocerlos. Se sabe acerca de sus obras y aunque se sepan detalles de sus vidas no los conocimos. Nadie puede recordarlos ya. Nadie que está vivo tiene una memoria sobre ellos, una memoria propia, no insertada en nuestra cabeza en forma de conocimiento.

Tal vez se pueda argumentar que, al leer una biografía, la persona sigue existiendo y quizás tienen razón, hasta cierto punto… Todas las personas que aparecen ahí dejaron de existir físicamente hace tiempo y ahora existen en las cabezas de los que leen, pero ¿qué diferencia hay entonces con cualquier personaje de ficción en cualquier libro? ¿Qué diferencia genera en nuestras mentes saber que alguien existió o que solo producto de la imaginación de alguien más? Puede ser que seamos solo eso, que trascender no sea más que existir en la imaginación de alguien más…

Es curioso lo que pasa con la muerte, todos sabemos que moriremos, pero no queremos. Como todo, tiene fecha de caducidad; la comida que consumimos, la medicina, tienen fecha de caducidad y nos da igual. ¿Por qué la vida no? Si sabemos, que, como una película, tiene límite de tiempo… Está bien, hay veces en las que estamos viendo una película y no queremos que termine, pero la historia acaba y el final hace la historia. Imagínate una historia que nunca termine, no solo la hace insoportable, sino que también pierde sentido. Se pierde el guión, estás esperando que atrapen al asesino, que se besen, que puedan estar juntos… Hay una necesidad de un final para que entonces lo que viene antes se estructure.

¿Por qué hay gente que duda si le dan la opción de ser inmortal? Algunos lo ven como una maldición, perder a todos los seres queridos, no saber qué hacer, el tedio de trabajar día con día y si solo tú eres inmortal, te podrías llegar a enfrentar a una soledad eterna. Tal vez, el consuelo del mortal es que algún día tendrá que dejar de trabajar para poder existir. No todos aman lo que hacen y aunque lo hagan, ¿cuánto tiempo podrían amarlo?

Pensar y ser conscientes de que la vida se nos termina, lo que nos devuelve es reducir nuestra omnipotencia. Es muy omnipotente pensar que no nos vamos a morir y que todo lo que hacemos tiene una necesidad. Heidegger nos muestra que la muerte como final o como la posibilidad más propia, es la prueba de que la vida es una existencia abierta. De que todo lo que hacemos son posibilidades que tenemos que elegir. Es muy diferente pensar las acciones y decisiones que tomamos en función del tiempo que manejamos de vida o existencia. Todos sabemos que esta vida tiene una fecha de vencimiento. No sabemos cuándo va a ser. ¿Te gustaría saber cuándo te vas a morir? Si la respuesta es no, ¿Por qué no? ¿Por miedo o porque piensas que la vida sería más insoportable de lo que es? ¿No crees que sabiendo cuándo te vas a morir, cambiarías la manera en la que vives? Probablemente asumiendo cuándo termina tu vida, muchas de las decisiones que tomas las tomarías de otra manera. En vez de cubrir el hecho de que vas a morir y vivir como si la vida fuera eterna, pensarías en cada decisión y tal vez harías las cosas que más te llenan en esta vida.

¿Es buena la inmortalidad para nosotros? La muerte es la privación de las cosas de esta vida y eso hace que la muerte sea mala, entonces la inmortalidad es buena porque siempre vamos a poder disfrutar de los placeres y bienes de esta vida. La inmortalidad es buena en el sentido en el que ya que no seremos privados de nada. Seremos siempre posibilidad. La muerte siempre es un “todavía no”. Si te preguntara, ¿cuánto falta para que mueras? Seguramente pensarías que mucho, incluso si tienes 90 años. Sabrías que es diferente a una persona que tiene 25 años, pero nunca piensas en que tu muerte puede ser ya. Sin embargo, alguien de 12 años se puede morir mañana, esa es la gran paradoja de la muerte. Siempre la proyectamos para adelante, siempre es un “todavía no”.

¿Más, siempre es mejor? A una edad avanzada los órganos comienzan a fallar, la memoria no es la misma, el cerebro no funciona como antes, tal vez necesitemos de alguien más para ir al baño o acostarnos. ¿Más sigue siendo mejor? Hagamos una suposición completamente ridícula, pero servirá. Si con el tiempo nuestra mente se va haciendo más débil, más lenta, vamos siendo menos nosotros, llegará un punto en donde no tengamos mente y seamos animales que viven porque tienen que vivir. En ese caso, puede que la muerte sea una bendición. Imaginemos una sociedad de seres humanos inmortales. ¿Qué cambiaría? ¿A qué edad comenzarían los estudios? ¿Habría jubilación? ¿Sería ilegal salir con una persona de 100 años cuando tú tengas 150,000 años? ¿A qué edad se podría votar? ¿Cuántos años necesitarías tener para obtener tu licencia de conducir? ¿A qué edad se te consideraría “mayor de edad”?

Evidentemente el tiempo en el que vivimos define subjetivamente y objetivamente lo que somos. Es decir, ¿si viviéramos 500 años, a qué edad nos casaríamos? Las decisiones que tomamos, tienen que ver con el tiempo que vivimos. Objetivamente significa que las instituciones están pensadas para el promedio de vida; la educación, el tiempo que vas al colegio, el tiempo que le vas dedicando a las diferentes etapas de la vida tienen que ver con una conciencia de lo que dura la vida.

La inmortalidad dejaría sin sentido ese tipo de decisiones. Porque la inmortalidad lo que nos da es la posibilidad de vivir el infinito. Lo cual, es una experiencia imposible, porque somos finitos. Es muy difícil pensarnos a nosotros siendo inmortales porque somos mortales. ¿Cómo esto que es mortal va a poder soportar la inmortalidad? El cuerpo está diseñado en función al promedio de vida que vivimos.

De acuerdo con Bernard Williams, ningún tipo de vida sería deseable y ni atractiva si durara para siempre. Toda la vida, con el tiempo todo se volvería tedioso. Lejos de ser la inmortalidad un regalo, sería un suplicio, una tragedia, algo horrible. Entonces, volvemos a lo mismo, la muerte es una bendición. Después de todo, la muerte no es tan mala como pensamos al inicio ya que la alternativa de morir es la inmortalidad. Esto no significa que toda la muerte sea buena, si mueres mañana seguiría siendo una tragedia, podrías haber vivido 10 años más, pero también mucha vida es mala. Si la muerte siempre llega demasiado pronto, ¿cuándo es el momento en que llegue a tiempo?

¿Qué tipo de vida valdría la pena por toda la eternidad? Cometemos un error al preguntar: ¿comerías galletas de chocolate por toda la eternidad? ¿Te gustaría tocar el piano por toda la eternidad? Estas son preguntas injustas contra la inmortalidad, porque en realidad nosotros somos una mezcla de actividades. Aunque hagamos casi lo mismo todos los días, nunca es el mismo día. No sólo comemos una sola cosa, o hacemos una sola actividad. Podemos tocar piano, ver una serie, leer un libro, comer, no comer, todo en un mismo día. Entonces las posibilidades son infinitas y aunque el problema de la inmortalidad puede llegar a ser la aburrición, con el tiempo nuestros gustos por las cosas siempre van cambiando. Ahora no nos gustan las mismas bandas de música que nos gustaban cuando éramos niños, no leemos el mismo tipo de libro que antes. Podemos ir explorando todos los géneros literarios, musicales, etc. y con el tiempo habrá más y más ramas de todas las ramas que conocemos ahora.

A final de cuentas, somos humanos y tenemos que aceptar el tiempo de vida que se nos dio. Somos la única especie, que se pregunta por el ser, por la existencia y por la muerte. Por un lado, conectamos con la naturaleza, las plantas, los animales, los ríos, las montañas y todo lo que hay a nuestro alrededor. Pero por otro lado, somos el único ente que reflexiona sobre la existencia, somos una partícula autorreflexiva. Al nacer, somos arrojados a un mundo que ya viene determinado por un tiempo pasado y a pesar de eso debemos desarrollarnos a través de nuestras acciones y decisiones. Podemos explorar, actuar, construir y destruir, la vida nos da la oportunidad de elegir entre las diversas posibilidades que nos ofrece nuestro entorno. Pero, ¿será eso cierto? Simplemente somos lo que podemos ser, no podemos escoger nuestra nacionalidad, ni la raza, ni nuestro sexo, ni la clase socioeconómica, pero podemos elegir lo que seremos. Nuestra profesión, el estilo de vida que queremos vivir, nuestros hobbies, qué hacer, qué aprender… Vivimos orientados al futuro, visualizando en nuestra mente las distintas posibilidades, pero, como todo en esta vida, hay un límite, la muerte… La muerte es el fin de toda decisión, de todo proyecto, de toda posibilidad, entonces, ¿realmente nosotros elegimos qué queremos de nuestras vidas? Si este fuera tu último año de vida, ¿qué harías? ¿cómo te comportarias? ¿qué decisiones tomarías? ¿cuáles serían tus prioridades? ¿valorarías lo que valoras ahora? después de todo, ¿quién es el autor, la muerte o yo?