¿Puedo llegar a un acuerdo con la muerte?

¿Qué pasa si pensar en la muerte nos lleva a querer ponerle fin a nuestra vida? Está mál visto hablar del suicidio. Imagínate todo lo que incitan los medios, el suicidio es un tema delicado. De cierto modo, es un tabú. Podríamos agarrar el tema y sin ningún tipo de reserva, ningún remordimiento o ningún miedo, plantearnos la idea de si tiene sentido o no seguir viviendo. Cada que dices la palabra suicidio, sientes que estás siendo irrespetuoso o provocando algo que se puede escapar de las manos. Es un tema muy fuerte, si ya todo el tema de la muerte es algo fuerte, hablar del suicidio causa algo más.

El suicidio es el tema más inexplorado en la reflexión filosófica. Platón y la religión hablan y van en contra del suicidio, sin embargo, son temas que tienen tanta fuerza, que a uno no le anima hablar de ello. Por eso es muy poco trabajado, es muy penado por las religiones y por la ley. En algunos lugares, no sé si actualmente, pero antes el suicidio era penado. Imagínate, te pegas un tiro, te sale mal y vas preso… Durante mucho tiempo fue así. En la religión, por ejemplo el judaísmo, también es penado; a los que se suicidan no los entierran con el resto y los ponen de lado, viendo al lado contrario.

Hace tiempo, cuando quitarse la vida era ilegal. Un hombre se cortó la garganta. Ya no quería vivir. Lo encontraron, lo salvaron y luego lo juzgaron. Lo condenaron a la horca. El médico les había prevenido a los jueces que era imposible ahorcarlo porque se le abriría la garganta y podría respirar. No les importó y lo colgaron al hombre. La herida se abrió y el hombre no murió. Convocaron a los jueces para que decidieran cómo resolver el asunto. Llevó su tiempo, pero al final decidieron colgarlo por debajo de la herida hasta que el hombre murió. Qué absurdo es este relato. El hombre que ya no quería vivir lo castigan por intentar quitarse la vida. ¿Cómo? Salvándolo y quitándole la vida. El resultado es el mismo, pero lo importante era quién decidía sobre su vida. Quién hacía el acuerdo con la muerte.

En Atenas, los magistrados guardaban una dosis de veneno para quienes deseaban morir. El único requerimiento: exponer su causa al senado. “Quien ya no desee vivir deberá manifestar sus razones al Senado, y tras haber recibido permiso abandonará la vida. Si tu existencia te es odiosa, muere; si te abruma el destino, bebe la cicuta. Si te doblega la pena; abandona la vida. Haga infeliz el recuento de su desdicha, provéase el magistrado del remedio y que la miseria llegue a su fin”. Para ellos el sucidio era un delito contra el Estado porque en el plano religioso contamina la ciudad y en el económico la debilita destruyendo a un ciudadano útil. Para los vikingos, era lo contrario. El más grande honor era la caída en combate, seguido por el suicidio. Los que morían de viejos o por enfermedad quedaban excluidos del Valhalla.

Al inicio del cristianismo, la muerte era una liberación, algo que se buscaba con impaciencia porque al morir no podías seguir pecando. Por eso el sucidio era más común en esos tiempos. Pero todo cambió con San Agustín porque si se permitía quitarse la vida, entonces lo más lógico era hacerlo después de haber sido bautizado y así no cometer ningún pecado. Entonces el suicidio comenzó a tomarse como un pecado, tomando el sexto mandamiento como base: “no matarás”. El que se quitaba la vida se convertía en asesino y había despreciado el don divino de la vida. Lo podemos ver con Judas Iscariote, era más condenable por su suicidio que por la triación a Jesús.

De hecho, en el Infierno de Dante, es un pecado mortal. Los suicidas están en el séptimo círculo, por debajo de todos los herejes y los asesinos. Las almas de los suicidas crecen como árboles llenos de espinas y cuando llegue el juicio final, todas las almas se reencontrarán con sus cuerpos, excepto los suicidas. La justicia divina no les dará los cuerpos que rechazaron por voluntad propia.

Pero a partir de 1897, se empezó a convertir en algo respetable. Seguía siendo perturbador, pero comenzó a ser un tema de investigación científica con una publicación de Emile Durkheim. Ya no se discutían las cuestiones morales, sino las cuestiones sociales que llevaban a la persona a cometer ese acto. Y es que había muchas falacias como que el sucidio estaba unido al amor juvenil, como en Romeo y Julieta. O que es un mal del tiempo: “En el lúgubre mes de noviembre, cuando en Inglaterra la gente se ahorca o se arroja al río”. Así comienza una novela del siglo XVIII. O también lo tomaban como un “hábito nacional” pues los países más desarrollados casi siempre han tenido una mayor tasa de suicidios, pero en los países menos desarrollados no tienen las herramientas para medir con precisión la cantidad de ellos.

Regresando a Emile Durkheim, dice que un suicida puede entrar en 3 categorías: Egoísta - Cuando un individuo no se integra de forma correcta a la sociedad y se libra por sus propios recursos. Altruista - Es el otro extremo. Cuando un individuo se integra tanto en una sociedad que cada miembro está dispuesto a sacrificarse por sus creencias. Anómico - Resultado de un cambio repentino en la posición social del hombre que no es capaz de enfrentar.

Pero había un problema con esto. Lo que escribían no parecía del todo real. En lugar de seres humanos, solo había historias clínicas y estadísticas. No nos dice casi nada de la persona.

Según Karl Meninnger el sucidio consta de 3 elementos: El deseo de matar, el deseo de ser matado y el deseo de morir. Dice que estos 3 elementos son muy complejos y son difíciles de separar. Puede ser que una persona solo quiera matar una parte de ella para poder liberar otra. Pero las teorías psicoanalíticas no ofrecen una explicación simple. Todo lo contrario, cuanto más se acerca a los datos de cada caso, más compleja se vuelve y menos explica el acto. Pero algo que nos enseñan las teorías psicoanalíticas es que los procesos que llevan a quitarse la vida a una persona son al menos igual de complejos por los que otros siguen viviendo.

Emil Cioran decía que el suicidio tiene que ser una idea en constante aplazamiento. Para él siempre hay que tener presente la idea del suicidio, pero estar aplazandola constantemente. Eso ayudará a buscar nuestra felicidad y poder convertir al suicidio en una especie de seguro de vida. Y es que, la vida carece de sentido, ya que nosotros no elegimos nacer y ante esta situación tenemos dos opciones: el desafío o el suicidio. Resistir es afrontar las dificultades del sentimiento del absurdo que nos invade y siempre está la opción de terminar con nuestras vidas. Él decía: “Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”.

Cuando dejas de verle sentido a tu vida, es muy buena idea pensarlo así. Es una manera que hace que apreciemos la vida ya que esta es la única que nos da la posibilidad de suicidarse. Los suicidios son horribles, porque nunca se llevan a cabo a su debido tiempo. Cioran cuestiona a los que se suicidan porque siempre lo hacen en el peor momento de sus vidas. ¿Por qué no hacerlo en el mejor momento de tu vida? El suicidio nunca se lleva a cabo a su debido tiempo ya que siempre es por impulsos cuando se está en un muy mal momento, si ves esto como un proyecto de vida, sería distinto…

De acuerdo con Alfred Alvarez, en el libro “El Dios Salvaje”, hay varios tipos de suicidas. Los perfeccionistas, que no recurren a la violencia dramática y por eso son los más efectivos. No les importa dar un mensaje, solo quieren acabar con algún aspecto de sí mismo que no soporta. Hay otro tipo que son los que se quitan la vida no para morir, sino para quitarse la confusión, para tener un poco de control con ellos mismos. Otros son los menos desesperados, que solo la idea del suicidio les basta. Y por último, hay otros suicidas que la idea de matarse les resulta asquerosa, pero harán cualquier cosa para destruirse, excepto asumir la responsabilidad final de sus actos. Estos pueden ser los alcohólicos, drogadictos, el buen conductor que muere en choques. Y es que, ¿en donde está línea entre un suicidio y un accidente? El hombre que conducía sólo se estrella y muere en el acto. O la persona que muere por un accidente de algún arma. Pero siempre se le da el beneficio de la duda al cadáver.

Al final del libro, el autor confiesa que él intentó quitarse la vida y empieza a intentar explicar el porqué de sus acciones. Buscaba quitarse las confusiones de la vida, una vida que sentía que lo había decepcionado. Pero al sobrevivir se dió cuenta de que estaba buscando una explicación a la muerte, tal vez quitándose la vida encontraría sentido en la muerte, pero reflexionando llegó a la conclusión de que no era infeliz, solo tenía problemas. Cuando aceptó que no habría respuestas ya no le afectaba tanto si era feliz o infeliz. Los problemas solo eran eso problemas y tenían solución y eso para él, era el comienzo de la felicidad.

¿Nunca te has cuestionado tu vida diaria y rutinaria? Todos los días despertamos, desayunamos, trabajamos, comemos, trabajamos, cenamos y descansamos. Repetimos esto todos los días hasta que nos preguntamos, ¿qué sentido tiene vivir? Tenemos la tendencia de buscar orden y sentido a las cosas. Al no poderle dar una explicación a las cosas, creamos sentido a todo lo que pasa en nuestra vida, pero, ¿por qué estamos aquí?

Albert Camus al final de su ensayo “El Mito de Sísifo”, cuenta la historia de Sísifo en donde los dioses lo castigaron a subir una piedra muy pesada hasta la cima de una montaña. Una vez que llegue a la cima, la piedra caería y Sísifo tendría que bajar a buscar la piedra para volverla a subir y así por toda la eternidad. A primera vista, este castigo es lo peor, hacer lo mismo todos los días, sabiendo que no importa lo bien que lo hagas el resultado sería lo mismo (subir, bajar, subir, bajar). Pero así es la vida misma. Camus concluye diciendo que hay que imaginarse a Sísifo feliz, porque nunca es la misma subida ni la bajada. Cada piedra pequeña que va cayendo en la subida siempre es diferente, el viento, el sol, los pensamientos, todo es diferente. Nunca es el mismo día. Cuando Sísifo está en la cima y ve la piedra caer, piensa que el destino le pertenece. La piedra es su destino y mira hacia el pasado y se da cuenta que fue creado por él. Así afirma la vida del individuo diciendo que vale la pena vivirla. El argumento final contra el suicidio es la vida. La vida es un don al cual nadie debe renunciar.

El único y verdadero problema filosófico existente, es el suicidio”. Todo lo que hace la filosofía es pensar la vida y llegar a la conclusión de que la vida no tiene sentido, lo que Camus se pregunta no es el sentido de la vida, sino el porqué seguir viviendo. Asumimos la existencia como algo dado, pero para perseverar en ella deberíamos encontrar alguna que otra razón para no quitarnos la vida. Porque tal vez las razones que encontremos pueden ser tan trágicas que entendamos que nada de esto tiene sentido. O peor, que en cuanto más construyamos sentido en realidad peor estamos haciendo.

¿Por qué no deberíamos suicidarnos? A pesar de que la vida es absurda y sin sentido, la humanidad existe en una lucha constante entre la expectativa y la realidad, entre nuestros ideales y cómo son realmente las cosas. Nada en particular hace que nos realicemos, cualquier evento puede perturbar nuestras formas cotidianas de pensar. Estamos desconectados de un propósito, nuestra realidad no tiene una meta definida, este es el destino al que estamos condenados. Kierkegaard interpreta lo absurdo como parte de un plan de Dios, pero, ¿no crees que pensar así solo nos distrae del mundo en el que vivimos ahora? El suicidio no es la respuesta a lo absurdo, quitarse la vida solo niega el problema en vez de resolverlo. La respuesta es encadenarnos nosotros mismos al absurdo para hacer elecciones conscientes y disfrutar de ellas y así poder morir en paz, pero, ¿llegará el día en el que podamos matar a la muerte?

¿Qué pasa si pensar en la muerte nos lleva a querer ponerle fin a nuestra vida? Está mál visto hablar del suicidio. Imagínate todo lo que incitan los medios, el suicidio es un tema delicado. De cierto modo, es un tabú. Podríamos agarrar el tema y sin ningún tipo de reserva, ningún remordimiento o ningún miedo, plantearnos la idea de si tiene sentido o no seguir viviendo. Cada que dices la palabra suicidio, sientes que estás siendo irrespetuoso o provocando algo que se puede escapar de las manos. Es un tema muy fuerte, si ya todo el tema de la muerte es algo fuerte, hablar del suicidio causa algo más.

El suicidio es el tema más inexplorado en la reflexión filosófica. Platón y la religión hablan y van en contra del suicidio, sin embargo, son temas que tienen tanta fuerza, que a uno no le anima hablar de ello. Por eso es muy poco trabajado, es muy penado por las religiones y por la ley. En algunos lugares, no sé si actualmente, pero antes el suicidio era penado. Imagínate, te pegas un tiro, te sale mal y vas preso… Durante mucho tiempo fue así. En la religión, por ejemplo el judaísmo, también es penado; a los que se suicidan no los entierran con el resto y los ponen de lado, viendo al lado contrario.

Hace tiempo, cuando quitarse la vida era ilegal. Un hombre se cortó la garganta. Ya no quería vivir. Lo encontraron, lo salvaron y luego lo juzgaron. Lo condenaron a la horca. El médico les había prevenido a los jueces que era imposible ahorcarlo porque se le abriría la garganta y podría respirar. No les importó y lo colgaron al hombre. La herida se abrió y el hombre no murió. Convocaron a los jueces para que decidieran cómo resolver el asunto. Llevó su tiempo, pero al final decidieron colgarlo por debajo de la herida hasta que el hombre murió. Qué absurdo es este relato. El hombre que ya no quería vivir lo castigan por intentar quitarse la vida. ¿Cómo? Salvándolo y quitándole la vida. El resultado es el mismo, pero lo importante era quién decidía sobre su vida. Quién hacía el acuerdo con la muerte.

En Atenas, los magistrados guardaban una dosis de veneno para quienes deseaban morir. El único requerimiento: exponer su causa al senado. “Quien ya no desee vivir deberá manifestar sus razones al Senado, y tras haber recibido permiso abandonará la vida. Si tu existencia te es odiosa, muere; si te abruma el destino, bebe la cicuta. Si te doblega la pena; abandona la vida. Haga infeliz el recuento de su desdicha, provéase el magistrado del remedio y que la miseria llegue a su fin”. Para ellos el sucidio era un delito contra el Estado porque en el plano religioso contamina la ciudad y en el económico la debilita destruyendo a un ciudadano útil. Para los vikingos, era lo contrario. El más grande honor era la caída en combate, seguido por el suicidio. Los que morían de viejos o por enfermedad quedaban excluidos del Valhalla.

Al inicio del cristianismo, la muerte era una liberación, algo que se buscaba con impaciencia porque al morir no podías seguir pecando. Por eso el sucidio era más común en esos tiempos. Pero todo cambió con San Agustín porque si se permitía quitarse la vida, entonces lo más lógico era hacerlo después de haber sido bautizado y así no cometer ningún pecado. Entonces el suicidio comenzó a tomarse como un pecado, tomando el sexto mandamiento como base: “no matarás”. El que se quitaba la vida se convertía en asesino y había despreciado el don divino de la vida. Lo podemos ver con Judas Iscariote, era más condenable por su suicidio que por la triación a Jesús.

De hecho, en el Infierno de Dante, es un pecado mortal. Los suicidas están en el séptimo círculo, por debajo de todos los herejes y los asesinos. Las almas de los suicidas crecen como árboles llenos de espinas y cuando llegue el juicio final, todas las almas se reencontrarán con sus cuerpos, excepto los suicidas. La justicia divina no les dará los cuerpos que rechazaron por voluntad propia.

Pero a partir de 1897, se empezó a convertir en algo respetable. Seguía siendo perturbador, pero comenzó a ser un tema de investigación científica con una publicación de Emile Durkheim. Ya no se discutían las cuestiones morales, sino las cuestiones sociales que llevaban a la persona a cometer ese acto. Y es que había muchas falacias como que el sucidio estaba unido al amor juvenil, como en Romeo y Julieta. O que es un mal del tiempo: “En el lúgubre mes de noviembre, cuando en Inglaterra la gente se ahorca o se arroja al río”. Así comienza una novela del siglo XVIII. O también lo tomaban como un “hábito nacional” pues los países más desarrollados casi siempre han tenido una mayor tasa de suicidios, pero en los países menos desarrollados no tienen las herramientas para medir con precisión la cantidad de ellos.

Regresando a Emile Durkheim, dice que un suicida puede entrar en 3 categorías: Egoísta - Cuando un individuo no se integra de forma correcta a la sociedad y se libra por sus propios recursos. Altruista - Es el otro extremo. Cuando un individuo se integra tanto en una sociedad que cada miembro está dispuesto a sacrificarse por sus creencias. Anómico - Resultado de un cambio repentino en la posición social del hombre que no es capaz de enfrentar.

Pero había un problema con esto. Lo que escribían no parecía del todo real. En lugar de seres humanos, solo había historias clínicas y estadísticas. No nos dice casi nada de la persona.

Según Karl Meninnger el sucidio consta de 3 elementos: El deseo de matar, el deseo de ser matado y el deseo de morir. Dice que estos 3 elementos son muy complejos y son difíciles de separar. Puede ser que una persona solo quiera matar una parte de ella para poder liberar otra. Pero las teorías psicoanalíticas no ofrecen una explicación simple. Todo lo contrario, cuanto más se acerca a los datos de cada caso, más compleja se vuelve y menos explica el acto. Pero algo que nos enseñan las teorías psicoanalíticas es que los procesos que llevan a quitarse la vida a una persona son al menos igual de complejos por los que otros siguen viviendo.

Emil Cioran decía que el suicidio tiene que ser una idea en constante aplazamiento. Para él siempre hay que tener presente la idea del suicidio, pero estar aplazandola constantemente. Eso ayudará a buscar nuestra felicidad y poder convertir al suicidio en una especie de seguro de vida. Y es que, la vida carece de sentido, ya que nosotros no elegimos nacer y ante esta situación tenemos dos opciones: el desafío o el suicidio. Resistir es afrontar las dificultades del sentimiento del absurdo que nos invade y siempre está la opción de terminar con nuestras vidas. Él decía: “Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”.

Cuando dejas de verle sentido a tu vida, es muy buena idea pensarlo así. Es una manera que hace que apreciemos la vida ya que esta es la única que nos da la posibilidad de suicidarse. Los suicidios son horribles, porque nunca se llevan a cabo a su debido tiempo. Cioran cuestiona a los que se suicidan porque siempre lo hacen en el peor momento de sus vidas. ¿Por qué no hacerlo en el mejor momento de tu vida? El suicidio nunca se lleva a cabo a su debido tiempo ya que siempre es por impulsos cuando se está en un muy mal momento, si ves esto como un proyecto de vida, sería distinto…

De acuerdo con Alfred Alvarez, en el libro “El Dios Salvaje”, hay varios tipos de suicidas. Los perfeccionistas, que no recurren a la violencia dramática y por eso son los más efectivos. No les importa dar un mensaje, solo quieren acabar con algún aspecto de sí mismo que no soporta. Hay otro tipo que son los que se quitan la vida no para morir, sino para quitarse la confusión, para tener un poco de control con ellos mismos. Otros son los menos desesperados, que solo la idea del suicidio les basta. Y por último, hay otros suicidas que la idea de matarse les resulta asquerosa, pero harán cualquier cosa para destruirse, excepto asumir la responsabilidad final de sus actos. Estos pueden ser los alcohólicos, drogadictos, el buen conductor que muere en choques. Y es que, ¿en donde está línea entre un suicidio y un accidente? El hombre que conducía sólo se estrella y muere en el acto. O la persona que muere por un accidente de algún arma. Pero siempre se le da el beneficio de la duda al cadáver.

Al final del libro, el autor confiesa que él intentó quitarse la vida y empieza a intentar explicar el porqué de sus acciones. Buscaba quitarse las confusiones de la vida, una vida que sentía que lo había decepcionado. Pero al sobrevivir se dió cuenta de que estaba buscando una explicación a la muerte, tal vez quitándose la vida encontraría sentido en la muerte, pero reflexionando llegó a la conclusión de que no era infeliz, solo tenía problemas. Cuando aceptó que no habría respuestas ya no le afectaba tanto si era feliz o infeliz. Los problemas solo eran eso problemas y tenían solución y eso para él, era el comienzo de la felicidad.

¿Nunca te has cuestionado tu vida diaria y rutinaria? Todos los días despertamos, desayunamos, trabajamos, comemos, trabajamos, cenamos y descansamos. Repetimos esto todos los días hasta que nos preguntamos, ¿qué sentido tiene vivir? Tenemos la tendencia de buscar orden y sentido a las cosas. Al no poderle dar una explicación a las cosas, creamos sentido a todo lo que pasa en nuestra vida, pero, ¿por qué estamos aquí?

Albert Camus al final de su ensayo “El Mito de Sísifo”, cuenta la historia de Sísifo en donde los dioses lo castigaron a subir una piedra muy pesada hasta la cima de una montaña. Una vez que llegue a la cima, la piedra caería y Sísifo tendría que bajar a buscar la piedra para volverla a subir y así por toda la eternidad. A primera vista, este castigo es lo peor, hacer lo mismo todos los días, sabiendo que no importa lo bien que lo hagas el resultado sería lo mismo (subir, bajar, subir, bajar). Pero así es la vida misma. Camus concluye diciendo que hay que imaginarse a Sísifo feliz, porque nunca es la misma subida ni la bajada. Cada piedra pequeña que va cayendo en la subida siempre es diferente, el viento, el sol, los pensamientos, todo es diferente. Nunca es el mismo día. Cuando Sísifo está en la cima y ve la piedra caer, piensa que el destino le pertenece. La piedra es su destino y mira hacia el pasado y se da cuenta que fue creado por él. Así afirma la vida del individuo diciendo que vale la pena vivirla. El argumento final contra el suicidio es la vida. La vida es un don al cual nadie debe renunciar.

“El único y verdadero problema filosófico existente, es el suicidio”. Todo lo que hace la filosofía es pensar la vida y llegar a la conclusión de que la vida no tiene sentido, lo que Camus se pregunta no es el sentido de la vida, sino el porqué seguir viviendo. Asumimos la existencia como algo dado, pero para perseverar en ella deberíamos encontrar alguna que otra razón para no quitarnos la vida. Porque tal vez las razones que encontremos pueden ser tan trágicas que entendamos que nada de esto tiene sentido. O peor, que en cuanto más construyamos sentido en realidad peor estamos haciendo.

¿Por qué no deberíamos suicidarnos? A pesar de que la vida es absurda y sin sentido, la humanidad existe en una lucha constante entre la expectativa y la realidad, entre nuestros ideales y cómo son realmente las cosas. Nada en particular hace que nos realicemos, cualquier evento puede perturbar nuestras formas cotidianas de pensar. Estamos desconectados de un propósito, nuestra realidad no tiene una meta definida, este es el destino al que estamos condenados. Kierkegaard interpreta lo absurdo como parte de un plan de Dios, pero, ¿no crees que pensar así solo nos distrae del mundo en el que vivimos ahora? El suicidio no es la respuesta a lo absurdo, quitarse la vida solo niega el problema en vez de resolverlo. La respuesta es encadenarnos nosotros mismos al absurdo para hacer elecciones conscientes y disfrutar de ellas y así poder morir en paz, pero, ¿llegará el día en el que podamos matar a la muerte?